Al fin tenía que leer algo de Franz Kafka, agarré lo primero que encontré en la biblioteca que es "Consideraciones acerca del pecado, el dolor, la esperanza y el camino verdadero".
Se me hizo bastante lío tratar de entenderlo así que abandoné el esfuerzo y me dejé llevar, no es que sea complicado, pero tenía otra idea sobre el libro, mea culpa, no tengo intenciones de explicar de que se trata, solamente quería transcribir algo que me llamó la atención, ahí va:
Párrafo del segundo cuaderno en octavo:
Mis dos manos iniciaron una lucha. Cerraron con un golpe el libro que leía hasta entonces y lo hicieron a un lado, para que no estorbara. Después me hicieron un aplauso y me eligieron arbitro del encuentro. Y ya estaban con los dedos entrelazados, empujándose a lo largo del borde de la mesa, hacia la derecha, hacia la izquierda, según la mayor presión de una o de otra. Yo no las perdía de vista en ningún momento. Si son mis manos debo ser un arbitro imparcial, de otra manera cargo con los remordimientos de un fallo injusto. Pero mi tarea no es nada fácil, en la oscuridad, las dos palmas recurren a diversos trucos que no puedo dejar pasar, de manera que aplico el mentón a la mesa, y entonces ya no se me escapa nada. Desde siempre, sin ánimo de perjudicar a la izquierda, prefiero a la derecha. Si la izquierda hubiera protestado, sumiso y justo como soy yo, habría por cierto abolido toda parcialidad. Pero ella, callada, colgaba a lo largo de mi costado y mientras, por ejemplo, la derecha agitaba mi sombrero en la calle, la izquierda se limitaba a tocar mi muslo inti– midada. Resultó una mala preparación para la lucha que se desarrolla ahora. ¿Cómo esperas, pulso izquierdo, resistir mucho al derecho, tan poderoso? ¿Lograr, con tus dedos de muchacha, atenazar a los otros cinco? Esta no me parece ya una lucha, sino la inevitable derrota de la izquierda. Está ya expulsada al lado izquierdo de la mesa, mientras la derecha, estrujándola, sube y baja regularmente, como un pistón. Si, ante esa situación desesperada, no me viniese en mente que son mis propias manos las que combaten entre sí y que, con un ligero movimiento, puedo separarlas, terminando así crisis y lucha, si no se me ocurriese esto, la izquierda sería arrancada de la muñeca y arrojada de la mesa, y entonces, tal vez la derecha, en el regocijo desenfrenado de la victoria, como el Cerbero de las cinco cabezas, se volvería contra mi mismo rostro preocupado. En cambio, ahora yacen una sobre la otra, la derecha acaricia el dorso de la izquierda y yo, arbitro deshonesto, asiento aprobando con la cabeza.
También leí "La metamorfosis" y se los dejo en mi librería por si hay alguien interesado:
A poner la pava y hasta más ver...
Un agregadito para los que gustan saber más de Kafka...
Ver: La Praga de Franz Kafka